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Al nacimiento de Perseo, hijo de Júpiter y de la princesa Danae, llenóse de espanto el corazón de su abuelo, el rey Acrisio de Argos, pues un oráculo había predicho que el rey acabaría a manos de un varón nacido de su hija Danae.
Para evitar el cumplimiento de esta profecía, el rey metió a su hija y al tierno infante en una caja de madera, que arrojó al mar. La caja estuvo a mercced del viento y de la olas durante muchos días, hasta que los elementos la impelieron hasta las costas de la tierras donde reinaba Polidectes. Allí, un pescador encontró el cofre, y grande fue su sorpresa cuando, una vez abierto vio que en su interior se hallaban una joven y un niño profundamente dormidos. Cuando la noticia del hallazgo llegó a oídos del rey Polidectes, ordenó que en seguida condujeran a ambos a su palacio.
Cuando llegaron, Polidectes hizo que los atendieran solícitamente. Gracias a estos cuidados, la madre y el hijo se fueron recobrando de las penalidades sufridas en alta mar.