1/01/2012

Un día cualquiera (María Liliana Celorrio)

Terminó de tragarse el semen. Quería escupir pero no lo hizo. Si quieres tener a un hombre debes ser como una perra en celo. Un pelo del sexo del hombre se había enredado en la última muela, trató de aflojarlo con la lengua pero no pudo.
    Pidió que le hiciera una limonada. Respondió a su ruego con que estaba cansado. Que la hiciera ella.
    Le dolían los labios. Todos los músculos de la boca. Se levantó y fue hasta el baño. Miró el trapo lleno de sangre. Cuando terminó de orinar en el agua quedaron pececillos rojos que se iban alargando hasta que se fueron por la cañería.
    El hombre se levantó y le dijo que fuera al piso de arriba a pedir agua fría.
    El hijo estaba en el otro cuarto, acostado, leyendo. El hombre apagó la luz. El niño se puso a llorar. Ella oyó el gemido amordazado de su garganta.
    En la pared había un bolso. Estaba semiabierto y le sobresalían los dos ojos inofensivos de la tijera. La tijera era del hombre. La de ella se había vendido en veinte pesos un día que no tenían comida. Esta no se podía usar. Ni siquiera para recortar las figuritas que dibujaba el niño encima de papeles blancos y amarillos.
    El hombre eructó y de su calzoncillo salió un olor a podredumbre. Le daba la espalda mientras se tomaba el vaso de agua fría.
    Con un movimiento rápido sacó la tijera del bolso y se la clavó en el cuello y debajo del omóplato izquierdo, con fuerza. Cuando el hombre cayó se aflojó el pelo que tenía en la muela. Tranquilamente lo escupió en el suelo.

Celorrio, María Liliana.
"Un día cualquiera" en Mujeres en la cervecera. Ediciones Unión, Colombia, 2004
Imágen: Roy  Botterell.    Fuente

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