12/27/2010

La identidad de los fracasados (Joaquín Peón Íñiguez)

  El hecho de que nostalgio se haya agachado a recoger el rostro sin cuerpo que encontró tirado a media calle no tiene nada que ver con el destino, la multicasualidad de la realidad, ni mucho menos con aquellas coincidencias mal logradas que los fracasados como él tienen que soportar a diario. Lo que le ocurriño esa tarde del tercer lunes de aquella semana es algo ajeno a la historia. Sucedió sin explicación aguna. Y definitivamente su objetivo no era trascender en la vida de un individuo en la forma en que lo hizo.

  Lo primero que cruza por la mente de Nostalgio es la cantidad de personas despistadas que pasaron junto al rostro sin tomarlo en cuenta. Imagina que quizá se le cayó a un despistado tres cuadras antes y llegó ahí gracias a Tres Niños Aburridos que lo patearon hasta llegar al hogar del segundo, donde cenarían esa noche. la realidad es muy distinta. El rostro se resbaló de la cabeza de Hombre Cansado De Su Pasado sin que él se diera cuenta y no se movió de ahí hasta que Nostalgio lo recuperó. Decenas de personas muy ocupadas con el paso siguiente nunca voltearon hacía abajo. Gracias a todos ellos un hombre adicto a la tristeza y a las pastillas se sentó en la primera banca que encontró a hacerse una serie d epreguntas inevitables: ¿a quién le pertenecen esta nariz puntiaguda y estas cejas sobrepobladas? ¿Qué hace este hombre ahora con una manta de piel en lugar de sus facciones?

  Después de descubrir que no hallaría respuestas, decide hacer lo que cualquier persona con un gramo de moral haría: ir al palacio de gobierno a informar al Empleado de Sexta sobre esta situación. Toma el primer camión hacía el Centro, se presenta bajo un nombre falso y tiene un diálogo absurdo con el sujeto que lo atiende.
  -Buenas tardes, me llamo Ramón Alcocer y me encontré este rostro tirado en Chuburná, pensé que podría acudir a ustedes para que me ayudaran a buscar al dueño, supongo que podrían anunciarlo en los medios de comunicación.
  -Lo lamento mucho, señor Alcocer, pero si hiciésemos el anuncio que usted nos pide, cualquier Don Nadie sin rostro podría adueñarse de unos labios que no le pertenecen o, peor aún, uno de esos feos de cajón podrían deshacerse del suyo y reclamar el de éste hombre que muchas solitarias urgidas considerarían atractivo.
  -Debe de haber algo que podamos hacer, quizá pueda guardarlo aquí y tarde o temprano su dueño vendrá por él.
  -Su sugerencia no es mala, sin embargo, el gobierno del estado no puede hacerse responsable de la identidad de un Ser Humano.
  -Discúlpeme, Licenciado De Sexta, pero no creo que una nariz defina a una persona
  -Estoy en completo desacuerdo; el cuerpo en las sociedades occidentales es amigo íntimo del alma, imagínese lo que podría ocurrir si este rostro cae en las manos equivocadas.
  -¿A qué se refiere?
  -Bueno, tarde o temprano el Falso Portador Del Rostro se encontrará con algún viejo amigo de la prepa, y cuando éste le recuerde de aquella morena de la minifalda que se sentaba en la última fila, el hombre pondrá tal cara de desconcierto que podría desencadenar una serie de sucesos que quizá terminen afectando a todo el estado.
  -Lo veo poco probable.
  -No lo es, y mucho menos si el hombre es casado.
  -¿Y qué sugiere que haga?
   -Encuentre a su dueño.
  -¿Y si no lo logro?
  -El gobierno tendrá que deshacerse de todos los Hombres Sin Rostro que habitan en el estado.
  -Pero eso sería un crimen contra la humanidad, una injusticia desmedida.
  -Es la única medida que podemos tomar, ahora le agradecería que se marchara.
  -Pero...
  -No hay más que decir, manténganos informados, adiós.

  Nostalgio sale desanimado hacia el Centro. Sabe que al gobierno sólo se debe acudir para cualquier clase de papeleo. No sabe qué hacer con el resto de su tarde, así que compra una cajetilla de cigarros y se marcha a su hogar, donde tomará la decisión final sobre lo acontecido. En casos como éste lo mejor que se puede hacer es solucionar el problema lo antes posible. Si se lo deja pasar, el efecto bola de nieve podría complicar la situación.

  Entra a la cocina, se sirve un tequila doble que le servirá para tragarse dos antidepresivos y se sienta frente al espejo más grande de su casa. Comienza a jugar con el rostro. Se lo coloca ancima del suyo y se ríe de sí mismo. Piensa en distinras formas de solucionar el conflicto. No puede permitir la masacre de los Hombres Sin Rostro. Descarta la idea de salir en busca del dueño. Es posible que nunca lo encuentre. Se plantea otras alternativas. Si el Empleado De Sexta no hubiera sido tan claro con las consecuencias que podría tener un anuncio en prensa, ya hubiera llamado al diario para comunicarles la noticia.

  Se queda sentado frente al espejo más de dos horas hasta que se le ocurre la única solución viable. Acaricia sus labios, se toma una última foto. Luego desliza su mano sobre su cabellera y con extremo cuidado remueve su rostro. Lo coloca sobre la silla de al lado y toma la cara de Hombre Cansado De Su Pasado y asume esa identidad. Mañana acudirá al palacio de gobierno y le dirá al Empleado De Sexta que un amable caballero, de nombre Ramón Alcocer, le entregó su rostro impecable, sin un rasguño. A conticuación recuerda todos sus fracasos: mujeres que le dijeron que no antes de que tuviese la oportunidad de decirles el discurso que había escrito la noche anterior y que planeaba decir con absoluta naturalidad, trabajos que perdió por tener serios conflictos con la autoridad, piedras con las que tropezó, apuestas que no ganó, oportunidades que desperdició.

  Mira su antiguo rostro a los ojos con extremo odio y sin pensarlo dos veces lo lanza con todas sus fuerzas por la ventana. Una hora después. Uno de los Niños Aburridos sale de casa de su amigo y, en una búsqueda desesperada por entretenerse, patea con puntería de Robin Hood el rostro de Nostalgio hasta que cae por una alcantarilla. No se sabe si algún día será encontrado.

Joaquín Peón Íñiguez
Revista Lenguaraz, número 20, México.
Imágen: Fendetestas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta el diseño de tu blog:3

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