El marionetista, ebrio, se tambalea mal sostenido por invisibles y precarios hilos. Sus ojos, en agonía alucinada, no atinan la esperanza de un soporte. Empujado o traído por un caos de círculos y esguinces, trastabilla sobre el desorden de su camerino, eslabona, angustias de inestabilidad, oscila hacia el vértigo de la inevitable caída y en última y frustrada resistencia de despeña al fin como muñeco absurdo.
La marioneta -un payaso en cuyo rostro de madera asoma, tras el guiño sonriente, una nostalgia infinita- ha observado el drama de quien le da transitoria y lejana locomoción. Sus ojos pueden concebir lágrimas concretas, incapaz de cerder al marionetista la trama de los hilos con los cuales él adquiere movimiento.
Valadez, Edmundo.
- Imágen de RockRulzzz (Deviantart)
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